¿Sientes dolor o rigidez en el pie o el tobillo al caminar, correr o estar de pie mucho tiempo?

¿Has sufrido un esguince o una tendinitis que nunca terminó de recuperarse?

Cada vez que caminas o corres, tus pies y tobillos soportan una carga equivalente a varias veces tu peso corporal, actuando como amortiguadores naturales.

Cuando pierden fuerza, movilidad o estabilidad, todo el cuerpo lo nota: las rodillas, las caderas e incluso la espalda pueden compensar, provocando una cadena de desequilibrios y dolores.

¿Por qué aparece el dolor en el pie o el tobillo?

El dolor en esta zona puede tener muchas causas, pero en la mayoría de los casos no se debe a una lesión grave, sino a una combinación de rigidez, debilidad muscular o sobrecarga acumulada.

Estas son las causas más frecuentes que observamos en consulta:

• Falta de movilidad articular: los pies tienen 26 huesos y más de 30 articulaciones que deben moverse en armonía. Cuando se vuelven rígidos —por zapatos inadecuados, falta de movimiento o viejas lesiones—, los tejidos se tensan y aparece el dolor.
• Debilidad de los músculos estabilizadores: los músculos del pie, el tobillo y la pierna son esenciales para mantener la estabilidad. Si se debilitan, el cuerpo compensa con movimientos forzados que terminan sobrecargando tendones y ligamentos.
• Sobrecarga o mala técnica: correr o entrenar sin control de la pisada, aumentar el volumen de impacto muy rápido o permanecer mucho tiempo de pie puede generar microtraumatismos repetidos.

Reposo o movimiento: ¿qué hacer?

El reposo absoluto no ayuda a sanar.

Los estudios muestran que la falta de movimiento retrasa la recuperación y favorece la rigidez articular. La clave está en volver a moverte de forma progresiva y segura:

• Empieza con ejercicios suaves de movilidad del tobillo y los dedos.
• Luego, trabaja el equilibrio, la estabilidad y la fuerza del arco plantar.
• Aumenta la carga poco a poco hasta recuperar la función completa.