Entender la dorsalgia

Entender la dorsalgia
Te explicamos qué es una dorsalgia y cómo puedes tratar y aliviar el dolor en la espalda medio.

¿Sientes dolor en la parte media de la espalda, entre los omóplatos o en forma de “barra” que se extiende a lo ancho del tórax?

Puede ser un dolor punzante, difuso o de rigidez, que aparece después de un movimiento brusco, una mala postura mantenida (como pasar horas frente al ordenador) o una inactividad prolongada.

¿Qué es una dorsalgia?

La dorsalgia es el dolor localizado en la zona media de la espalda, entre los omóplatos. Corresponde a la región dorsal o torácica de la columna vertebral, que tiene una función esencial: sostener la caja torácica.

La caja torácica está formada por las costillas, el esternón y las vértebras dorsales. Tiene la forma de un embudo invertido y protege órganos vitales como los pulmones y el corazón. Por eso, las tensiones en esta zona pueden afectar no solo al movimiento, sino también a la respiración y la sensación de fatiga.

Síntomas de la dorsalgia

El dolor dorsal puede presentarse de muchas formas:

  • Sensación de bloqueo o rigidez entre los omóplatos.
  • Dolor que aumenta al respirar profundamente.
  • Molestias intercostales (entre las costillas).
  • Dolor que aparece tras movimientos repetitivos o posturas prolongadas.
  • Sensación de fatiga o tensión constante en la espalda media.

A menudo, la dorsalgia no está relacionada con una lesión grave, sino con una pérdida de movilidad torácica o una sobrecarga muscular por falta de variabilidad en el movimiento.

Factores de riesgo más comunes

Hay factores que no puedes modificar —como la edad o ciertas características anatómicas—, pero hay otros sobre los que sí puedes actuar, y son los que más influyen en tu evolución:

  • Falta de movimiento o sedentarismo prolongado.
  • Estrés, ansiedad o respiración superficial, que aumentan la tensión muscular en la zona torácica.
  • Posturas mantenidas durante muchas horas (especialmente sentado o encorvado).
  • Movimientos repetitivos en el trabajo o el deporte.
  • Fatiga o debilidad muscular de la espalda media.
  • Mala calidad del sueño o descanso insuficiente.

Moverte más, cuidar tu respiración y manejar el estrés marcará una gran diferencia en cómo evoluciona tu dolor y tu salud.

Cuando el dolor dorsal se vuelve crónico

Existen tres tipos principales de dolor de espalda según su evolución:

  • Dolor agudo: aparece de forma puntual y suele durar menos de una semana.
  • Dolor recurrente: regresa dentro de los 12 meses posteriores al primer episodio.
  • Dolor crónico: se mantiene por más de tres meses.

El dolor de espalda crónico no siempre indica una lesión grave. En la mayoría de los casos, no existe un daño estructural importante, sino una hipersensibilización del sistema nervioso: el cerebro sigue interpretando ciertas señales como peligrosas, aunque los tejidos ya no estén lesionados.

El dolor es como una alarma

La ciencia define el dolor como “una experiencia sensorial y emocional desagradable asociada o no a una lesión real”. Dicho de otra forma, el dolor es una alarma del cuerpo: una forma de protección que nos avisa que algo necesita atención.

En el caso del dolor dorsal o lumbar crónico, esta “alarma” suele activar mecanismos de protección —como contracturas musculares, posturas rígidas o respiración superficial— que terminan aumentando la molestia y la fatiga.

Es importante entender que el dolor crónico no es simplemente una versión prolongada del dolor agudo: son dos fenómenos diferentes.

La buena noticia es que este proceso es reversible.

El sistema nervioso puede reentrenarse y recuperar su tolerancia al movimiento a través de la educación, la exposición progresiva y el ejercicio adecuado —justamente el enfoque que propone el Método Funcional.

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Los tratamientos para el dolor dorsal

El mejor tratamiento: el movimiento

Los estudios científicos y la experiencia clínica coinciden: el movimiento es el tratamiento más eficaz para la dorsalgia o dolor dorsal.

El movimiento no solo alivia el dolor, sino que restaura la función. Cuando te mueves de forma regular y progresiva:

  • tus músculos se vuelven más elásticos,
  • tus articulaciones más estables,
  • y tu columna más resistente.

En cambio, los tratamientos pasivos —como masajes, fármacos o electroterapia— pueden aportar alivio temporal, pero no modifican las causas funcionales del problema.

Por eso, en el Método Funcional trabajamos exactamente así: enseñándote a restaurar tu función, no solo a calmar el síntoma.

El objetivo no es inmovilizar ni evitar el movimiento, sino reeducarlo: reaprender a moverte con confianza, sin miedo, con ejercicios que progresivamente devuelven movilidad, fuerza y control a tu columna dorsal.

Dolor dorsal y dificultad para respirar

Uno de los síntomas más frecuentes en la dorsalgia es la sensación de dificultad respiratoria o de “presión en el pecho”, que puede resultar muy angustiante.

Esto se explica fácilmente: las costillas están íntimamente unidas a la columna dorsal, y cuando aparece dolor, el cuerpo tiende a reducir el movimiento de la caja torácica para “proteger” las vértebras afectadas. Esta rigidez refleja un mecanismo de defensa natural, pero puede generar una respiración limitada o sensación de falta de aire.

Qué hacer:

  • No te alarmes.
  • Tómate unos minutos para respirar con calma y dentro de los límites de tu dolor.
  • Observa cómo responde tu cuerpo: en muchos casos, esta respiración suave y consciente ayuda a liberar las tensiones y mejora la sensación de opresión.

Si el malestar persiste o empeora, consulta con tu médico. Pero si notas mejoría, continúa con ejercicios suaves de respiración y movilización torácica, ya que esta combinación favorece la recuperación y reduce el dolor dorsal.

Respirar es también moverse: cada respiración profunda moviliza tu columna y ayuda a calmar tu sistema nervioso.

Tratamiento médico para la dorsalgia

El dolor cumple una función esencial: alertar al cerebro de que algo podría representar una amenaza. Su intensidad se ajusta según la percepción del peligro.

Imagina que te caes durante una caminata:

  • Si la molestia es leve y disminuye rápidamente, seguirás caminando.
  • Si es manejable, observarás cómo evoluciona antes de decidir detenerte.
  • Pero si el dolor empeora, entenderás que tu cuerpo necesita descanso.

Por eso, enmascarar el dolor inmediatamente con medicamentos puede privarte de una información valiosa.

En las primeras fases de una dorsalgia, lo más recomendable es retomar la actividad de forma gradual y observar cómo cambia el dolor con distintos movimientos.

Sin embargo, si el dolor se vuelve limitante, invasivo o interfiere con tu vida diaria, es importante consultar a un médico.
Él podrá valorar si es necesario un tratamiento farmacológico adaptado a tu situación.

El alivio del dolor puede considerarse, pero solo después de evaluar su evolución natural y siempre entendiendo su impacto en tu bienestar general.

El objetivo no es suprimir toda sensación, sino recuperar la confianza en tu cuerpo mientras mejora de forma progresiva.

Infiltraciones para la dorsalgia

Las infiltraciones son procedimientos médicos que consisten en administrar un analgésico o antiinflamatorio directamente en una zona específica. No deben considerarse como primera opción de tratamiento, sino como un recurso puntual en casos específicos.

Solo se recomiendan cuando:

  • se han explorado todas las alternativas no invasivas,
  • se ha confirmado mediante estudios que no existen contraindicaciones anatómicas,
  • y el paciente ha sido informado claramente sobre los riesgos y beneficios limitados del procedimiento.

En el Método Funcional, entendemos las infiltraciones como una herramienta de apoyo temporal, no como una solución permanente. El verdadero tratamiento empieza cuando recuperas la movilidad, fortaleces tu cuerpo y vuelves a confiar en él.

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