Entender la espondilitis anquilosante o espondiloartritis (dolor inflamatorio crónico)

Espondilitis anquilosante

¿Has sido diagnosticado por tu médico con espondilitis anquilosante, una enfermedad inflamatoria crónica que afecta las articulaciones, especialmente las de la columna y el sacro?

Si sufres dolor lumbar persistente, rigidez matutina o molestias que mejoran con el movimiento, esta información te ayudará a entender qué te ocurre y cómo puedes actuar.

Qué es la espondiloartritis anquilosante

La espondiloartritis o espondilitis anquilosante es una enfermedad inflamatoria crónica y autoinmune que afecta principalmente las articulaciones de la columna vertebral y el sacro (la parte baja de la espalda).

El término “autoinmune” significa que tu sistema inmunitario, por error, ataca tus propios tejidos, en este caso los cartílagos, tendones y ligamentos de las articulaciones. Esto genera inflamación, dolor y rigidez progresiva.

Aunque el diagnóstico pueda sonar alarmante, es importante entender que la enfermedad evoluciona lentamente, no pone en riesgo la vida y existen tratamientos y estrategias eficaces para controlar los síntomas y mantener una buena calidad de vida.

Cómo se manifiesta

Los primeros signos suelen ser sutiles, pero característicos:

  • Dolor lumbar de tipo inflamatorio: aparece sobre todo por la noche o al despertar, y mejora con el movimiento.
  • Rigidez matutina: dificultad para moverse al levantarse o tras estar mucho tiempo sentado.
  • Dolores que pueden irradiar hacia las nalgas, las caderas, los talones o el tórax.
  • Fases de fatiga o sensación de cansancio persistente.

Durante los brotes inflamatorios, estos síntomas se intensifican, y luego pueden alternar con periodos de calma.

Qué ocurre en tu cuerpo

Cuando una articulación se inflama, los nervios de la zona se vuelven más sensibles y envían señales de dolor al cerebro. Este dolor no es un enemigo: es una señal protectora, una forma que tiene el cuerpo de pedir reposo y equilibrio.

A diferencia de una lesión visible —como una quemadura o un golpe—, la inflamación de la espondilitis no se ve, pero el proceso es similar: el cuerpo intenta reparar un tejido que percibe como “dañado”.

Durante las crisis, pueden aparecer además:

  • Dolor nocturno que no mejora con el reposo,
  • Dolor en los talones (tendón de Aquiles),
  • Articulaciones inflamadas en pies o manos,
  • Ojos rojos o sensibles (episodios de uveítis),
  • Fatiga general o rigidez persistente.

Cómo evoluciona

En la mayoría de los casos (alrededor del 65 %), la espondiloartritis evoluciona por brotes, con períodos de dolor intercalados con fases de mejora. En otros casos, el proceso inflamatorio puede mantenerse activo durante más tiempo, pero su evolución es lenta y previsible.

El objetivo del tratamiento y del ejercicio es prolongar las fases de remisión, reducir la inflamación y mantener la movilidad.

La rigidez progresiva —llamada anquilosis— puede aparecer en algunos casos, pero no existe relación directa entre el dolor y la gravedad de la evolución.

Los factores que favorecen una evolución más leve son:

  • Inicio de la enfermedad después de los 16 años,
  • Ausencia de rigidez importante o afectación de caderas,
  • Buena respuesta a los antiinflamatorios o al movimiento controlado.

Tratamientos para la espondilitis anquilosante

A día de hoy, no existe una cura definitiva, pero sí tratamientos muy eficaces para reducir los brotes y mejorar la función.

  1. Tratamiento médico: incluye antiinflamatorios, terapias biológicas o infiltraciones según el caso. Estos tratamientos ayudan a controlar la inflamación y reducir el dolor.
  2. Movimiento adaptado: el ejercicio es fundamental para conservar la movilidad y evitar rigidez. Durante las fases de brote, evita las articulaciones inflamadas, pero mantente activo con ejercicios que no provoquen dolor. El movimiento regular ayuda a lubricar las articulaciones y a modular la inflamación. Te recomendamos el Programa Movilidad o el Programa Espalda del Método Funcional.
  3. Fisioterapia y reeducación funcional: trabajar con fisioterapeutas o seguir programas guiados como los del Método Funcional te permitirá mejorar tu movilidad, reforzar la musculatura y mantener una columna funcional.
  4. Autonomía y educación: comprender tu enfermedad es el primer paso para tomar control sobre ella.
    Saber cuándo moverte, cuándo descansar y cómo adaptar tu rutina diaria te devuelve el poder sobre tu cuerpo.

Precauciones

Durante las fases de inflamación activa o “brotes”:

  • No fuerces las articulaciones doloridas.
  • Prefiere ejercicios suaves y respiratorios (movilidad global, estiramientos suaves, marcha ligera).
  • Si el dolor persiste o aumenta, consulta a tu médico o fisioterapeuta.

Cómo te puede ayudar el Método Funcional

En el Método Funcional, trabajamos con un enfoque progresivo basado en la evidencia: primero calmamos la inflamación, después restauramos la movilidad y la fuerza, y finalmente reconstruimos la función para que vuelvas a moverte sin miedo.

  • Durante las fases de remisión: te recomendamos seguir el Programa Espalda
  • Durante los brotes o fases de dolor agudas: te recomendamos clases de movilidad enfocadas en las partes de tu cuerpo con menos dolores (hombros, espalda media, pies y tobillos).

En la app encontrarás rutinas guiadas, ejercicios adaptados y planes de movilidad específicos para personas con dolor crónico inflamatorio. El objetivo es que recuperes tu autonomía y aprendas a mantener tu cuerpo fuerte y funcional, incluso en presencia de una condición crónica.

Sanar no siempre significa eliminar la enfermedad,
sino aprender a vivir bien con ella y seguir avanzando con confianza.

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